CENOTAFIO
El interés por esta palabra viene de una leyenda que corre por Roma y está relacionada con la muerte del Papa. Dice la tradición que hay un cenotafio en la iglesia de San Juan de Letrán, en Roma, que en el momento que el Papa va a morir comienza a supurar agua y que si acercas el oído puedes escuchar ruidos que se parecen a los tablones de un féretro al romperse. Si ambas circunstancias se dan a la vez, seguro que el Sumo Pontífice la palma. Tal es así que la Curia vaticana cuando ve poco claro el futuro de un Papa manda de tapadillo a alguien a la iglesia para comprobarlo.
Que tiene que ver esto con la palabra de hoy. Que esa tumba es un cenotafio. Es el cenotafio de Silvestre I el papa a que las maledicencias vaticanas atribuyen un pacto con el diablo. De ahí que se le atribuyan poderes adivinatorios. La palabra cenotafio viene del Del latín tardío cenotaphĭum, y este del griego κενοτάφιον kenotáphion; propiamente 'sepulcro vacío'.
Es decir, es una tumba en la que no hay cadáver. En origen los cenotafios se erigían para recordar héroes cuyos cuerpos no se habían podido encontrar, aunque en este caso la falta de cuerpo se debe a su transformación en polvo y a la desaparición de éste.